La belga Kim Clijsters, que ha disfrutado de una invitación directa del Abierto de Estados Unidos tras retornar a las pistas hace dos meses después de una retirada de dos años, se reencontró con el éxito al superar a la danesa Caroline Wozniacki (7-5 y 6-3) en la final del último Grand Slam de la temporada.
La tenista de Bilzen, de veinticinco años, logra el segundo ‘major’ de su carrera y derriba los tintes frustrantes que se ganó en su primera época en activo, cuando sólo fue capaz de triunfar en una de las cinco finales que disputó. Precisamente, la del Abierto de Estados Unidos, en el 2005.
Nunca después volvió a Flushing Meadows. Hasta ahora. Lo que ha supuesto su decimocuarta victoria seguida en el Arthur Ashe Stadium, alentada, desde la grada, por Bryan Lynch y su hija Jada, de año y medio, argumentos de su retiro de la competición.
Clijsters ha vuelto para ganar. Y después de 1 hora y 33 minutos amenaza con formar parte de las animadoras definitivas de la competición. Con treinta y cinco títulos a sus espaldas, el último tras derribar a Wozniacki, se ha ganado el mérito de ser la primera no cabeza de serie y la primera ‘wild card’ en imponerse en Nueva York.
Su eclosión levanta, sin embargo, sospechas en la competición de mujeres. Una recién llegada, al margen de la competición, es capaz de derribar al resto de contendientes a las primeras de cambio.
Las dudas atenazaron a ambas raquetas. Por la magnitud del escenario y el acontecimiento. A una por la renta de su vuelta. A otra por la posibilidad de consolidar su esplendoroso panorama en el futuro del circuito, alentada por la inestabilidad en el cuadro, que frustró las expectativas de las favoritas y animó a las menos consideradas.
Por eso, la determinación con la que arrancó Clijsters fue frenada por su rival en cuanto se sosegó. Wozniacki, que acumula seis títulos y estará entre las mejores tras el Abierto estadounidense, se sosegó y se anotó cuatro juegos consecutivos.
Se ganó su derecho a confiar en el triunfo de la primera raqueta danesa, masculino y femenino, tras batir a jugadoras como la rusa Svetlana Kuznetsova, cuarta favorita o la rumana Sorana Cirstea, vigésima cuarta.
Pero en los momentos cumbres del set fue donde la belga tiró de la experiencia de antaño. La que le ubicó en la cima de la circulación del tenis femenino. Y se apuntó la manga.
Lejos de animar a la danesa a seguir luchando, la desesperó y llenó de fe a la belga, que transitó con mayor sosiego por el segundo parcial. Que le sirvió el triunfo y disparó su proyección en la vuelta.
Advirtió su retorno ahora como algo experimental. Sus esfuerzos eran para el próximo año. El empuje, el trabajo y la fe le dio el premio.