Con solo 19 años de edad se convirtió en el número uno del mundo más joven, tras vencer la final contra el noruego Casper Ruud. El español confirmó en Flushing Meadows todo lo que insinuó en la temporada.
La hora de la gloria le llego a Carlos Alcaraz en el ultimo Major del año. Fue ante los 23000 espectadores que colmaron el Arthur Ashe y en una demostración cabal de lo que se viene de aquí en mas, siendo el heredero natural de su compatriota Rafael Nadal y encabezan el recambio generacional de la Next Gen que se venía venir.
Fue ante otro que dará que hablar, Casper Ruud, que jugo su segunda final de Grand Slam (antes había caído en Roland Garros ante Rafa), y demostrando que no solo gana torneos chicos, sino que busca su lugar en el nuevo olimpo del tenis internacional.
En cuatro sets [3] Carlos Alcaraz triunfó por 6-4, 2-6, 7-6(1) y 6-3 en tres horas y 20 minutos ante [5] Casper Ruud para alcanzar la gloria en Nueva York, en la que es el campeón más joven desde la victoria de Pete Sampras en 1990.
El murciano puso la guinda a una temporada extraordinaria y tras conquistar los Masters 1000 de Miami y Madrid y los títulos de Barcelona y Río de Janeiro, añadió a sus vitrinas el Abierto de Estados Unidos.
Ganó la final con autoridad, carácter y con un tenis espectacular que le lanzaron hacia el techo del mundo del tenis y que le convirtieron en el sexto representante del tenis español capaz de colocarse al frente del ránking mundial. Su juventud, su pasión, electricidad y talento le convierten en un nuevo ‘grande’ del tenis, capacitado para marcar una nueva época en este deporte.
Superó por tercera vez en tres precedentes a Ruud, esta vez en una final en la que ambos jugadores, además del título, se jugaban la cumbre de la clasificación mundial.
Tenía claro Alcaraz que la preparación mental sería clave en este partido. Ya había demostrado en la final de Miami que su tenis sabe desarmar a Ruud, pero era fundamental cuidar sus nervios en la primera experiencia de su vida en la final de un ‘grande’.
Por eso decidió tomarse un sábado tranquilo, aprovechando para pasar tiempo con su cuerpo técnico y familia y liberar su mente antes de empezar una nueva batalla frente al noruego, que había vivido su primera experiencia en una final del Grand Slam en París.
Y el plan funcionó. Ganó el primer set con autoridad, manteniéndolo siempre bajo control, mandando con sus golpes y fallando poco.
Sus primeras bolas de rotura llegaron en el primer juego del encuentro y, tras anular dos oportunidades de ‘break’ en su primer turno al saque, logró la rotura decisiva en el tercer juego. Fue suficiente para llevarse el primer parcial en 49 minutos, un paso de gran importancia para frenar a un Ruud al que no le faltaba actitud.
El noruego brilló también por espíritu deportivo, cuando reconoció que una bola había tenido doble rebote y entregó el punto a su rival. Y en la segunda manga reaccionó con contundencia.
Demostrando gran preparación atlética y técnica, Ruud logró un ‘break’ con el 3-2 en el luminoso al alcanzar una dejada de Alcaraz y al provocar su fallo sucesivo con un brillante globo. Lo consolidó tras anular una bola de rotura en el juego siguiente y frustró al murciano, que se atascó y propició con una doble falta el 6-2 que ponía las tablas en la final.
Se abría un nuevo partido y ambos jugadores volvieron a tutearse, sin un claro dominador, sino intercambiando golpes y también muchos errores.
Apenas duró dos juegos la ilusión de Alcaraz tras el ‘break’ de apertura, y el murciano estuvo contra las cuerdas con el 5-6 en el marcador, cuando tuvo que anular dos bolas de set a favor de Ruud para forzar el desempate. Eso sí, incluso en los puntos perdidos Alcaraz recibió aplausos del público por su esfuerzo a la hora de pelear cada bola, rozando puntos milagrosos.
Las dos bolas de set anuladas en un duodécimo juego durado más de diez minutos marcaron un punto de inflexión en el choque, porque Alcaraz, tras ese alivio, dominó por completo el ‘tie-break’ y lo ganó por 7-1 para recuperar la ventaja.
No le tembló el brazo a Alcaraz, que aprovechó su primera y única bola de rotura para provocar el fallo de revés de Ruud y escaparse 4-2. Ya no había manera de contener al murciano, que disparó el nivel de sus saques y sentenció el duelo con un 6-3, conectando dos servicios ganadores.
Se tumbó al suelo y corrió a continuación a abrazar a toda su familia y a su entrenador Juan Carlos Ferrero, ambos visiblemente conmovidos por un título que convierte de manera definitiva al murciano en uno de los mejores jugadores del tenis moderno, con un futuro sin límites por delante.
Con informacion de EFE