El serbio Novak Djokovic, tercer favorito, conquistó el Abierto de Australia y derrumbó las esperanzas británicas depositadas en el escocés Andy Murray, que fué incapaz de deshacerse del maleficio que le acosa en cada acometida de triunfo en un Grand Slam (6-4, 6-2 y 6-3)
Djokovic acaparó en Melburne, donde ha asentado su dominio en 2010, la condición de alternativa. Frente un rival que no termina de explotar en las grandes citas. Que se derrumba en la parte estelar de la escena.
En la primera final desde 2008 sin el español Rafael Nadal ni el suizo Roger Federer, la segunda de las últimas veintitrés finales de un Grand Slam, fue el serbio el que afianzó sus ambiciones.
Murray dio síntomas de no haber aprendido la lección. Finalista por segunda vez en el Melbourne Park, superado entonces por Federer, que también le distanció del éxito en el Abierto de Estados Unidos de 2008, fue dejado en evidencia por los acontecimientos.
Saldrá el lunes como cuarta raqueta del circuito pese a la derrota. Pero con una amargura más en su carrera. Djokovic, el jugador que ha mantenido una trayectoria más sólida a lo largo del torneo, supo manejar mejor la situación.
Con el respeto debido echó a andar la final. Sin grandes aspavientos. Con pocos riesgos. Cada uno mantuvo su saque. Y en los ocho primeros juegos solo se contempló una posibilidad de ‘break’. La de Djokovic, que no aprovechó. Rentabilizó eso sí la del noveno juego. Murray no estuvo bien con su saque. Firmó seis saques directos, Pero no encontró su fiabilidad cuando más lo necesitaba.
Un parcial de 7-0 dejó media tarea realizada para el tenista de Belgrado, auxiliado desde de la grada por su equipo y, como en todo el torneo, por su compatriota Ana Ivanovic, que no le ha dejado ni a sol ni a sombra a pesar de ser apeada en la primera ronda del torneo femenino.
Djokovic dejó enterrada la primera manga y más que encauzada la segunda, con 5-0. Una losa demasiado pesada para su rival, que aún no ha salido del todo adelante de la inestabilidad emocional de las grandes citas. Luchó, no obstante, y rompió por primera vez antes de caer.
Pero este no era el día de Murray en el Melbourne Park. Fue siempre a contracorriente. También en el tercer parcial, en el que el escocés empezó a acusar, además, su mayor gasto en las peleas previas y el menor tiempo de descanso. David Ferrer le exigió demasiado al británico, con veinticuatro horas menos de recuperación que su adversario. También se notó. Enarboló la bandera blanca tras dos horas y 39 minutos de partido.
Intentó el escocés mantener el tipo a pesar de que la ventaja de Djokovic también en el tercero fue amplia desde el principio. Andy Murray no llegó. No se lo permitieron las fuerzas y se resignó al adiós, como hace un año.
Djokovic suma su segundo Grand Slam. Su segundo Abierto de Australia. El que le refuerza como alternativa al dominio bipolar que ha mantenido el mundo del tenis en los últimos años.
El análisis de Luis A. Alvarez y Javier Frana en ESPN
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