Lo que dejó Federer-Delpo

Aquella frase en broma, la de "soy el mejor de los peores", nunca fue tan falsa como ayer. Alcanza y sobra con ver a Roger Federer colgado de la red, los antebrazos en la banda blanca, en un balanceo fatigado, mientras Juan Martín del Potro se acerca. Y el saludo es apretón de manos, pero también es una felicitación sincera, un abrazo, varias palmadas en la espalda. Sabe, el suizo, que ahora ese argentino timidón, con el que habla mucho sobre fútbol y que le regaló una camiseta de Boca, no sólo se conformará con entrar a la cancha y luchar: sabe, porque acaba de vivirlo, que tiene el carácter, el tenis y la intensidad como para sacarle dos sets, llevarlo a un quinto punto en una semi de Grand Slam y hacer que la pase mal.

Esta frase en serio, con los ojos vidriosos, jamás fue tan saludable y auténtica como ayer. "Estuve cerca de arruinarle la fiesta, pero otra vez me la arruinó a mí. Me siento muy triste, es muy difícil analizar el partido… El que va a entrar a jugar la final será él y yo la voy a tener que mirar por televisión". La sangre burbujea por sus venas. Bienvenida esa calentura. Nada de "y bueh, perdí, es Federer, qué querés". No. Cero. El pibe de 20 años, ante los ojos del mundo, acaba de ser reconocido como un hombre. "Que sea joven no significa nada, esto duele tenga la edad que tenga… Salí a jugarle de igual a igual. Sé que muchos esperaban que estuviera nervioso, que no hiciera mi juego. Le gané dos sets, algo que nunca había hecho. Tuve mis chances, estuve cerca". Está claro, el resultado no cura, aunque alimenta un destino. "Este partido me puede marcar para lo que viene. Sirve para que el resto de los jugadores vea que voy mejorando y que cada vez va a ser más difícil enfrentarme".

Con ese espíritu se le plantó a su ídolo, al tipo que más respeta, el único con el que su voz cambia cuando charlan en el vestuario. Lo sacó con el saque (16 aces), le tiró un cascote en cada drive cruzado, lo atacó sobre el revés y por momentos (varios), fue Delpo el que controló el juego, fue Roger el acosado. Quedaron, en ese DVD que la organización del torneo le entregó al tandilense con las imágenes del partido, un racimo de circunstancias positivas. Para el play, rew y play en cámara lenta: dos globos divinos cuando el 2 del planeta (y uno de los mejores de la historia) buscaba el desequilibrio en la red y varios passings paralelos, incluso uno que obligó al suizo, luego de apenas rozar la pelotita con el marco de su raqueta, a terminar afuera de la cancha, casi sobre los canteros que bordean al court.

Delpo se puso 6-3, 6-7 (2) y 6-2 por méritos propios, no porque Federer estuviera jugando mal. Pero la intensidad, el desgaste, tal vez el peso específico del partido, generó el primer gran vuelco de la fresca tarde parisina. El tandilense llevaba 27 games consecutivos ganados con su saque, que incluían buena parte del match ante Tsonga y el partido enterito ante Robredo. Una bocha, sí. Hasta que en el cuarto set (1-6), el látigo se le aflojó: dos quiebres consecutivos y a cuidar la raqueta, las piernas y la mente para el final… Fue en el quinto set cuando llegó el click decisivo: Juan Martín le quebró el servicio y se puso 3-3, pero el game siguiente se le escurrió entre el encordado, sin poder meter ni un primer saque y cediéndolo con una doble falta.

A esa altura, Federer había recuperado el brazo y ahuyentado el temor por quedarse sin la chance de jugar su final más fácil de los últimos cuatro años. Cada drop era efervescencia pura para un Philippe Chatrier colmado de franceses que lo endulzaban con el "Goyer, Goyer". Delpo, en su primera semifinal de un Grand Slam, fue a la red y, loco un poco nada más, pasó de largo un par de veces ante la experiencia del suizo, que disputó su 20ª consecutiva, se llevó el cierre con un 6-4 y ya les tocó el timbre a las puertas del cielo.

"Le saqué dos sets, necesitaba uno más… Pero de a uno come la gallina". Del Potro se quedó ahí, observando por la mirilla. Pero ahora conoce el camino.

 

Federer lo banca

Y, sí, el tipo estaba contento: va a jugar la final de Roland Garros (¡y sin Nadal enfrente!), tendrá la chance de, por fin, ser el Rey del polvo, de coronar su brillante carrera con el único título que le falta. Las facciones de ese rostro de maniquí, casi imperturbables adentro de la cancha, ahora estaban flojas. Sin risas. Pero en esa postura que se adopta cuando la satisfacción va por dentro y no se permite dejarla salir. Hasta que en la conferencia de prensa le preguntaron si a su rival pudo haberle pesado su falta de experiencia para jugar el quinto set. Entonces, Roger Federer se mostró como un campeón: bancó a Del Potro, con quien se lleva muy bien, y hasta mostró un genuino sabor amargo por lo que le había hecho vivir: "Hizo un gran partido. Es una lástima… ¿Sabes? Una lástima".

Está claro que la camiseta de Boca que Delpo le regaló al suizo no se trató de un simple obsequio de un admirador a uno de los mejores tenistas de la historia. Hay, detrás, una relación intensa. Que se empieza a descubrir con el siguiente concepto: "Recuerdo cuando era joven y tenía que jugar un quinto set, siempre era muy complicado cuando enfrente tenía a un rival de más experiencia. Estás esperando jugar bien, sientes que es el momento, y en un quinto set no hay… ¿Cómo decirlo? No puedes simplemente empezar a hacer tiros locos. En un partido así, hay mucha más influencia mental. Es obvio que me siento mejor yendo a un quinto set a esta edad que a los 20 años. Pero él jugó muy bien. Realmente bien. No puedo recordar un partido a cinco sets en el que me hayan movido tanto".

Vale. Recontra vale. Porque a este monólogo hay que sazonarlo con el lenguaje corporal que transmitía el suizo. Y, como un rato antes en el court principal.( Franco Predazzi, envíado especial para Olé.com)

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