No todo es tenis

Cada vez que viajo a Buenos Aires desde Rosario, donde resido desde toda la vida, me atrapa el concepto de vivir un poco en medio del loquero que vemos a diario por la televisivo, y consumidos visualmente por el colorido de piquetes, corridas, punguistas, marchas, y demas .

Pero me propuse cambiar un poco el estilo, de a poco obviamente, y mostrar lo que no vemos habitualmente desde el interior con el cuidado de la edición de una señal televisiva, o el maquillaje de una foto retocada, y la simpleza de observar la imagen cruda, de lo cotidiano.

Cruzar la 9 de Julio por el pasaje peatonal subterráneo, un mundo aparte por donde se lo mire y con magia propia. Comer, despachar una carta, lustrarse los zapatos, comprar una cartera, etc, en 100 metros bajo la avenida mas ancha del mundo.

O ver lo que es ir en el subte en una hora promedio como el mediodia, los rostros de resignación de la gente que debe viajar como sea a ganarse la diaria.

Tomar lo natural como algo mas, desde la mirada distinta de alguien foráneo, y sacar sus propias conclusiones. Como lo que nos dejo la imagen de Constanza, una chica que se la banca en una estación de subtes tocando bandoneón ( y que bien lo hace ! ! ! ) en medio de la gente en masa y a riego de lo que cotidianamente pasa en una ciudad con las pulsaciones a mil.

El porteño es un animal urbano diferente, e indiferente también. Se pone una corbata rayada con una camisa a cuadros y gorra, y esta bien. Caminar por Cerrito o Carlos Pellegrini ofrece una tipografía pintorezca y colorida, donde también hay que caminar con cuatro ojos, cuidado, porque el no ser local, se nota a la legua.

Pero la gente sigue caminando a mil, enfrascada en sus celulares y blackberrys consumiendo le dermis de los dedos incansables enviando mensajes de texto por cualquier medio. O los que pululan con los manos libres hablando "solos" concentrados en risas, reproches o cuestiones tibriales que las resuelven oralmente.

Todo vale, sin mas remedio. La jungla de cemento, decía siempre mi viejo, pero con encanto propio. Y con música exclusiva de escapes contaminantes, o bocinazos justicieros, que en cada esquina descubre nuevos valientes en intentar respetar sus propios derechos, antes que el de los ajenos.

Andar por "la Reina del Plata" me puede, y lo hago con telón del bandoneón de Piazzola o Troilo, el que mas le guste, o las notas inconfundibles de Goyeneche o Julio Sosa, por nombrar al algunos. Se me viene la imagen entrañable del personaje de Luis Brandoni en Made in Lanus, cuando camina por la calle con ojos melencólicos tras su exilio en Nueva York, y también con un bandoneón de fondo. Y eso que no soy de aquí.

Y los bares, esa cultura porteña que nunca se terminará. Con los mozos en Avda. de Mayo con la servilleta en el brazo, en menor cuantía por cierto., pero existen aún y resisten el paso del tiempo.

Signos indiscutidos de una ciudad con imagen y carisma singular, que la hacen de una factura inconfundible. Con sellos propios, como las medialunas. Son únicas, y en cualquier lugar que uno se meta, por mas que tenga gusto propio, dificil ser estafado en esa materia. Insisto, son únicas . . . , y desde chico que lo saboreo en cada viaje.

Decidido a mostrar otras realidades e imágenes, por ahora los dejamos hasta dentro de unos días, que volveremos para la Copa Davis, como corresponde, para seguir soñando con la ensaladera.

Y convencernos que el deporte es un hecho social inigualable, que ofrece pinturas diferentes que merecen ser mostradas.

Por eso, no todo es tenis .- 

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