El italiano suma su segundo GS del año, tras ganar en Australia. Es el numero uno indiscutido y cumplió con los pronosticos previos.
Sinner cumplió con los pronósticos previos, es el nuevo monarca del circuito, y nada parece detenerlo en su actualidad que ha madurado sin prisa ni pausa. El italiano, es cosa seria.
Y su rendimiento en la final del US Open ante Taylor Fritz (12º) que lo llevó a ganar su segundo Grand Slam lo condujo a la felicidad absoluta. Es que después de todo lo que vivió en las últimas semanas (caso doping y toda la repercusión que eso tuvo dentro y fuera del circuito), se liberó. Y como en su camino hacia la cima los sueños nunca se pierden ni hasta en sus peores momentos, encaró el partido decisivo en Flushing Meadows con toda su fuerza, hecho que le dio resultado: fue un relojito y se impuso por 6-3, 6-4 y 7-5 en 2h16m.
Para Fritz, el saber del deber cumplido, por que le quedo grande la final al norteamericano, que nunca supo cual era la formula para entrarle al italiano
Sinner optó por invertir toda su energía en lo que más sabe hacer: jugar al tenis. Con una versión solida y -a su vez- agresiva desde la línea de base, mostró una variedad de recursos para adaptarse a todos los panoramas (primero se impuso en el peloteo desde la línea de base y luego estuvo atento para descifrar las subidas a la red contrarias) y fue capaz de reducir los errores a la mínima expresión. De hecho, en el segundo set apenas cometió un fallo no forzado.
Tuvo una actuación extraordinaria, aun con algún bache en algunos pasajes, durante casi todo el encuentro Sinner no se movió de la partitura escrita antes de ingresar al estadio y, por ende, casi no sufrió ante un Fritz cuyas intenciones y estrategias fueron interesantes e inteligentes pero imposibles de concretar ante un rival difícil de presionar. Solo tuvo que correr de atrás en el tercer parcial, cuando estuvo 3-5 abajo y sintió el haberse visto tan cerca de la gloria. No obstante, se recuperó, ganó cuatro games seguidos y liquidó la acción en la tarde en la neoyorquina.
Una frialdad que sorprende a sus 23 años, asoma con una madurez de una estirpe única, que deja a todos boquiabiertos.
Los números este año hablan por si solos, dado que Sinner llegó a los seis trofeos alzados en lo que va de la temporada (Abierto de Australia, ATP 500 de Rotterdam, Masters 1000 de Miami, ATP 500 de Halle, Masters 1000 de Cincinnati y el US Open).
Lejos de los problemas físicos que lo aquejaron en su momento, alcanzó una regularidad en el juego que ni Djokovic o Alcaraz pudieron lograr. Si bien los otros dos jugadores tocaron picos más altos, él pudo mantenerse en un mismo nivel. De hecho, se cuentan con los dedos de una mano los torneos en los que no dio la talla.
Pese a por momentos no ser el más vistoso, encontró la vía para ser el más efectivo. Y así volvió a dejar grabado su nombre en el bronce de una copa. La nueva generación esta a pleno y son el recambio obligado de una época que esta despidiéndose, aun con Djokovic en competencia, pero con Federer ya retirado y Rafa en salida.